09-04-2016, 13:12
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Entre los ríos Scarpe y Escaut, Napoleón Bonaparte mandó construir una vía empedrada para facilitar el transporte de mercancías provenientes del puerto de Calais en dirección a Valenciennes, atravesando los bosques de Raismes, Saint-Amad y Wallers.
Arenberg y toda la mitología que lo envuelve, se alza como la imagen absoluta de la dureza extrema y el caos, la del ciclismo de otra época, la de corredores que rompen sus filas desplazados por el firme quebrado y el barro deslizante en una extraña secuencia, imperfecta, casi grotesca, que empuja a los ciclistas a los márgenes del camino en busca de una tierra que trate con mayor ternura los brazos y piernas aferrados al carbono.
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Diego Ruiz de la Peña Ruiz
El Ojo del Gregario
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